sábado, 25 de agosto de 2012

Tenía quince y tú diecisiete y medio, teníamos toda la vida bajo las ruedas de tu moto que se estropeaba de vez en cuando por falta de gasolina y nos tocaba empujar hasta la gasolinera más cercana. Realmente adoraba esos momentos, realmente adoraba cada puto momento que pasaba a tu lado. Me acuerdo cuando nos metimos a un aseo público a follar hacer el amor y después el pestillo no se abría, y tú comenzaste a reírte como un loco y yo estaba muerta de la rabia y de la vergüenza, y tú seguías riendo sin parar adornando aquella deprimente situación, yo me enfadé porque te decía que no te tomabas nunca nada en serio, y tú me decías mientras sonreías que yo me lo tomaba todo excesivamente en serio, que si ya habíamos terminado y no podíamos salir, echábamos otro, y así hasta que se abriera o hasta que alguien viniera a sacarnos de allí; y lo peor es que tenías razón, tenías razón cuando decías que el flequillo no me favorecía y que el sujetador rojo me quedaba mucho mejor. Me encantaba cuando comenzabas a mirarme y a reírte sin ninguna explicación delante de todo el mundo, y yo empezaba a hacerlo también con esa risa tan escandalosa que tengo, y la gente nos miraba mientras pensaba lo locos que estábamos, y lo locos que estábamos el uno por el otro. Querer que fueras el padre de mis hijos y discutir un millón de veces. Odiarte por lo gilipollas que eras y llegar escupirte en la cara por dejarme tirada, pero que después aparezcas a por mí suplicándome que me quedara contigo porque tú solo querías estar a mi lado, demostrarme una y mil veces que te podía perder hasta el punto de engancharme completamente a ti. Enfadarte conmigo levantarte e irte dejándome sola, y no volver. Tontear con otras chicas mientras comprobabas que te miraba para ponerme roja de celos. Saber que podías hacer lo que quisieras conmigo porque era completamente tuya. La primera vez que tú eras tan experto y yo tan principiante. Cuando compartíamos la música. Cuando venías con tu moto a por mí y me llevabas donde te daba la gana porque decías que tú conducías, y que tú elegías, adoraba que fueras capaz de imponerte a mí. Que tuvieras casi tanto carácter como yo y mil veces más orgullo. Que te diera igual hacerme daño y hacerme llorar porque sabías que eras capaz de arreglarlo. Que compraras otro casco de tu moto para que pudiera subir yo. Que nos gustara dormir en el mismo lado de la cama y que muchas veces acabáramos durmiendo uno encima del otro. Que creyeras que eras más cabrón que yo y que creyeras mal. Que creyeras en mí y que yo confiara en ti más que en mí. Que me revivieras con cada sonrisa y con cada beso. Que sé que nunca he querido ni voy a querer a nadie como te quise te quiero a ti, y sé que tú tampoco lo vas a hacer y sé que nunca vas a dejar de quererme porque te tengo totalmente enganchado, lo sé porque cuando nos vemos agachamos la cabeza, y lo sé porque cuando pasas por detrás de mí me miras creyendo que no sé que lo haces, pero chico, recuerda que te conozco mejor que tu sombra, y recuerda que sé que por mucho orgullo que tengas y por mucho que digas que odias y por mucho que yo fuera la culpable de todo, aún llevas la pulsera que te regalé, y sé que el día que no pueda más y me abalance a besarte, tú no querrás que deje de hacerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario