lunes, 30 de abril de 2012

cervezas recalentadas

Aquello fue diferente, no era un amor de colegio, ni de paseos por Gran Vía, ni de bares. Tampoco era un amor de presentar en familia, ni de París, ni de pandilla de amigos. No era un amor de regalos, de cenas románticas, de lucir por toda la ciudad, o de salir a bailar al mejor club de Madrid. Era un amor de estar tirados en un puto banco matándonos a besos, porque no nos hacía falta nada más que el otro. No nos hacía falta que nos viera nadie para ponernos celosos, nos poníamos celosos de nuestros propios labios. No nos hacía falta comer nada, nos sobraba con el cuello del otro, ni beber, teníamos suficiente con nuestras salivas. No queríamos regalos, nuestro regalo era tenernos. No nos hacían falta 'te quieros' bueno, en realidad eso sí, pero teníamos miedo admitirlo. No necesitábamos fotos juntos para recordarnos, nos sobraba con el olor del otro en la ropa. No nos veíamos cada segundo, de cada hora, de cada día; porque cada segundo, de cada hora, de cada día que estábamos juntos, nos dábamos tanto amor, que necesitábamos descansar de vez en cuando. No manteníamos llamadas telefónicas de tres horas, nosotros nos twitteábamos en anónimo. No me daba los 'buenos días princesa' porque yo no era una princesa y mucho menos recién levantada. No paseábamos en su descapotable mientras nos besábamos delante de cualquier pandilla, nosotros nos robábamos besos escondidos en cualquier portal. No me regalaba entradas para un concierto de mi grupo preferido, él en cambio me tocaba canciones mientras cantaba desafinando en cualquier parque solitario, y me hacía reír cuando intentaba disimular su pésima voz. Yo prefería pasar la tarde en el banco más cutre de la ciudad, antes de irme a la fiesta más exclusiva, siempre y cuando fuera con él. Porque no nos quisimos dar cuenta de que aquello, fuera lo que fuese, nos sacaba de la rutina, nos sacaba de nuestra vida de mierda, porque, ¿sabéis qué? yo vivía en un puto apartamento de 50 metros, con una mierda de trabajo, y un triste gato, y me hundía tan fácilmente cada día, pero entonces tocaban al timbre y era él, con dos putas cervezas recalentadas, su iPod, y unos auriculares para compartir, y nos tirábamos en el sofá y me hacía feliz, de verdad, que lo conseguía, aunque justo antes de que llegara estuviera llorando, por mi mierda de vida, entonces llegaba y me hacía comprobar, que él también estaba solo, que tampoco tenía un puto duro, que su vida era más mierda que la mía, pero que nos teníamos el uno al otro para hacer el amor con más fuerza de la que nunca nadie lo ha hecho, y con más ganas, y me hacía creer que alguien me podía llegar a valorar porque lo que era, por las tonterías que solía decir, por mis manías, por mis  pelos de recién levantada, y mi cara sin maquillar. No era rutinario eso de vernos, simplemente, cuando nuestro día había sido peor de lo habitual, nos sorprendíamos, y nos hacíamos las personas más jodidamente felices al estar juntos. Porque juro que no me hacía falta nada más que sus besos, sus abrazos, su olor, él, nada más que él para olvidarme de todo, y ser feliz. Pero no quisimos admitirlo, no quisimos admitir todo lo que nos queríamos, no lo hicimos, y ahora él estará con su mierda de vida, echando de menos mis tonterías de niña de diez años, mis libros de poesía barata y mi cutre apartamento, y yo estoy llorando, echando de menos sus cervezas recalentadas, la música de su iPod, sus besos, los parques cutres que conocía, su guitarra y sus canciones. Ahora estoy echándole de menos a él, y me doy cuenta de que ahora mi vida si que está completamente vacía y de que lo necesito. Y quizás caliente unas cervezas y vaya a verlo, porque tanto ahogar mis noches en lágrimas me está matando, quizás vaya a verlo aunque tenga que perder mi orgullo y admitir que lo quiero más que a esta mierda de vida que tengo, admitir que él es lo único que me ha sabido hacer feliz.



lunes, 23 de abril de 2012

más por menos

Yo era de Gran Vía y él de callejón oscuro. Yo de Malboro y él de Camel. Yo de Shakespeare y él de Cervantes. IPhone y BlackBerry. Yo de abrazos y él de besos. Twitter y Tumblr. Blogger y Vlogger. Chocolate y nata. Yo tan vodka y él tan ron. Día y noche. Blanco y negro. Yo tan frío y él tan calor. Lluvia y sol. Yo tan verdad y él tan mentira. Yo de cumplirlo y él de decirlo. Hacer el amor y follar. Yo tan Prada, él tan Vans. Yo tan sana y él tan yonki. Yo de arriba y él de abajo. Ático y planta baja. Letras y ciencias. Playa y montaña. Yo tan fría y él tan expresivo. Yo de no de decirlo y demostrarlo, él de no demostrarlo y decirlo. Yo tan de quererlo y él tan de no hacerlo. Yo tan cara y él tan cruz.
Polos opuestos se atraen, no cabe duda, pero los polos opuestos nunca se querrán, follarán harán el amor con mucha pasión, pero no son capaces de quererse, y si lo hacen, no son capaces de admitirlo porque saben que jamás encajarán.



lunes, 16 de abril de 2012

mátame

Ven aquí, porque te voy a enseñar qué coño es el amor. Te lo voy a enseñar a besos. Abrazos. Bocados. Arañazos.  Te voy a enseñar lo que es querer, lo que es tener ganas de una persona. Me voy a guardar tu olor hasta que me dé una puta sobredosis de ti. Porque eso es lo que quiero, sentirte tanto, tenerte tanto, que ya no pueda más, que me beses hasta matarme, me abraces hasta que me ahogues y me muerdas tanto que me destroces. Porque me da igual todo eso mientras lo hagas tú, quiero ser tuya y que hagas lo que desees conmigo, al igual que yo lo hago, te destrozo, te mato, te ahogo, pero lo hago porque no puedo vivir sin hacerlo, porque lo quieras o no me he adueñado de ti, lo hago porque te quiero y no puedo ni quiero dejar de hacerlo. 
Te voy a querer hasta morirme, morirme porque el corazón me estalle de quererte tanto y me quede sin respiración por no parar de besarte, hasta morirme por ponerme negra de celos de la primera persona que se acerque y no sea yo, hasta que me mates a echarte de menos. Porque quiero que tú lo seas todo en mi vida, incluso mi asesino. Quiero que me mates por quererte demasiado.



jueves, 12 de abril de 2012

bitter

Me desperté abrazada a un hueco vacío, seguía sin acostumbrarme a estar sin él. Todavía tenía una de sus viejas camisetas bajo la almohada. Esas que me gustaba ponerme por la mañanas. Pero solo en las mañanas en las que estaba él. Y nada era lo mismo. Mi pequeño apartamento parecía más pequeño. Mi cama parecía más grande. Mis lágrimas parecían más amargas. Las duchas más frías. Las noches más largas. Los domingos tirados en casa viendo películas, ya no parecían domingos. Ni los sábados, sábados. Ya nada parecía ni era lo mismo. Mi vida no era lo mismo. Yo no lo era. No era lo mismo levantarme sola y asomarme a la ventana sabiendo que lo vería llegar con café, porque no lo haría. No, no vendría, no lo haría. Nadie me observaría mientras duermo, y es que yo no quería que nadie lo hiciera, yo quería que lo hiciera él. Y no, nada volvería a ser como antes, nada era lo mismo sin él. Hasta el gato negro que se colaba en casa de vez en cuando había dejado de hacerlo desde que él no estaba. Pero todavía me quedaba poder cerrar los ojos e imaginar que vendría, borrar la mañana en la que al despertarme, él no estaba para darme los "buenos días". Y mis mil llamadas. Y sus mil "pi, pi, pi...". Y mis mil dolores de cabeza por ese pitido. Y mis mil lágrimas. Y a pesar de contarlo en pasado, te echo de menos en presente. Vuelve. El café sabe demasiado amargo si no eres tú quien le echa azúcar. Si no eres tú quien me lo trae a la cama. El café sabe demasiado amargo si no estás. No soy yo la que te echa de menos, es el café. O quizá yo también te echo de menos. El café sabe demasiado amargo si no estás.


miércoles, 11 de abril de 2012

Calor. Sudor. Excitación. Calor. Amor. Calor. Más amor. Sonrisas. Miradas. Besos. Calor. Te quiero. O eso creo. Mucho amor. Cosquillas. Ya sabe mi punto débil. Caricias. Cosquillas. "Para, joder, para, me quieres matar a reír". Para. Besos. Mordiscos. "Te quiero". Me quiere. ¿Le quiero?. Beso. Caricia. Le quiero. Sin interrogaciones. Con exclamaciones. ¡Le quiero!. Sonrisa. Me hace feliz. Calor. Y nieve a la vez. Exploto de calor. Sudor. Un millón de besos. Más mordiscos. Y más besos. Felicidad. Pasa el tiempo. Complicidad. Mucho amor. Empiezo a sentir. Ya sentía desde el principio. No quería admitirlo. Ahora lo admito. Celos. Puta celosa de mierda. Más celos. Para de darme celos, joder. Más celos. Solo veo celos. Cuando estamos juntos ya no hay besos, ahora en su lugar hay celos. Te enfadas. "Te dije que no quería sentir". Y si siento, hay celos. Te quiero. Celos. Me quieres. Los celos siempre en medio. Los celos me están destruyendo. Mis celos te están destruyendo. Nos están destruyendo. No hay amor. Ahora hay celos. No hay amor. Hay posesión. No hay nosotros. Hay nosoCELOStros. Te quiero. Pero, celos. Cada uno por su lado. Te echo de menos. Llamadas. No respondes. Responde, por favor. Lo siento. Te quería. No habrán celos. Bueno, los habrán, pero lo controlaré. Pasa más tiempo. Te echo más de menos. Putos celos de mierda. Estoy sola sin tus besos. No estoy sola. Tengo mis celos.



domingo, 8 de abril de 2012

H

Y tú eras y eres eso, eres H, eres la H muda de mi nombre, que no molesta, que no hace daño, pero que sin ella las cosas no serían iguales. Eres H de hogar, porque tú eres mi hogar, mi sitio, mi espacio, el único sitio donde cuando necesito huir, puedo esconderme, eres mi hogar, mi casa, eres mi H. H de héroe, y es que cada vez que la vida se me cae encima, eres tú quien aparece con esa sonrisa, sencilla, y parece que todo es diferente, parece que me salvas de la vida, me salvas para llevarme a mi Hogar. H de hipnosis, esa que causan tus ojos, esa que me causas tú, me tienes hipnotizada, loca, pero en esta locura hay hueco para ti. H de hábitat, porque tú eres el mío, me basta contigo, mi hábitat, mi entorno, lo único que quiero tener alrededor. No quiero que nada dure para siempre, no quiero depender de nadie, pero de momento, me gusta mi nombre con H, mañana, ya se verá, porque el fin y al cabo, todas las haches son mudas, y de todas es posible depender.